Del arrabal... al mundo

Author: Espejo del Alma /

"Malena canta el tango como ninguna...
Malena tiene penas de bandoneón..."


El río de La Plata, fue sin dudas, la puerta de entrada de una raza especial a comienzos del siglo XX: los inmigrantes. Hombres y mujeres se trasladaron con dolor por lo que se abandonaba, lo conocido, lo propio, hacia la aventura de lo incierto. Aún hoy reconocemos entre nosotros ecos de tierras muy lejanas. Trajeron con ellos sus costumbres, sus creencias religiosas y su música.
Los uruguayos somos, en gran medida, el resultado de esos traslados y en cada uno de nosotros se mezcla un poco de italiano, de francés, de español...

Nace una nueva identidad y con ella nace un ritmo, que con el correr del tiempo se transformaría en nuestra carta de presentación al mundo: el tango.

Una danza inicialmente practicada entre hombres y prohibida en los salones por su origen orillero, se impone poco a poco por la sensualidad de su música y su forma de bailarla..
El “malevo”, que tan bien describe Borges como cuchillero sentimental en su milonga Jacinto Chiclana, y la “papusa”, muy cerca de sus desventuras amorosas, encarnan la dupla que inmortalizaron autores de la sensibilidad de Homero Manzi y Gerardo Matos Rodríguez.
Hablar de tango es fácil si sólo conoces su nombre y su autor, pero resulta muy difícil si tienes que explicar porqué te gusta. ¿Porque es nuestro?, tal vez, pero es por algo más profundo, más íntimo. No tiene una explicación racional, porque lo racional le quitaría ese halo de misterio y nostalgia. En su género único trasmite dolor, pasión y aquello que sólo encuentras en sus letras: historias de vida.

“Malena canta el tango, como ninguna...” cuenta una de esas historias y las Malenas se repiten en cada esquina donde la bruma y un bandoneón acompañan un duelo a muerte por un amor. El sonido apagado de la sirena de un barco llegando a puerto, llena el espacio con la mística sensación de añoranza por un tiempo que pasó.

El “polaco” Goyeneche, con sus pausas y cadencias, describe una “noche de hastío y de frío” en el nostalgioso Buenos Aires, en su inigualable “Garúa”.

De este lado, “La Cumparsita”, brilla con luz propia y se extiende como un himno al mundo, que reconoce en sus compases, un estilo, una forma de vida, un sentir uruguayo.
¿Qué importa, si Carlos Gardel es uruguayo o francés?, vivirá en el recuerdo como lo que fue, el máximo exponente de un sentimiento que sentimos muy hondo en cada fibra de nuestro ser rioplatense.


( se dieron cuenta que me gusta el tango?, también los boleros porque son parecidos y soy medio romanticona, lo suficiente, nada más, ah... y Aznavour!!! Puedo pasar horas escuchándolo, siempre encuentro algo nuevo)

Rita Vique Rico

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