"El hombre que nace con un talento que le ha sido dado con el propósito de usarlo,
encuentra su mayor felicidad al darle su justo uso"
Los amigos, muchas veces no se eligen, sólo llegan y se instalan en tu vida, te acompañan, te alegran, comparten contigo sueños y afinidades. Vicente es uno de mis amigos, hasta ayer sin rostro, pero con una historia y una capacidad asombrosa para expresar con palabras sencillas, pensamientos o simplemente lo que vio en el cambio de ruta a su trabajo, en Valencia (España).
Su sensibilidad hizo que al contemplar un árbol que nunca había visto, pensara que, él también como las personas, nacía, crecía y moría. Con su habitual humildad dijo: espero que te guste, yo lo dejo a vuestra consideración y estoy segura que también les va a gustar.
A la orilla de un camino, en el ribazo de un huerto
cual vigía legendario hay un árbol corpulento.
Con nueve brazos talados que siempre apuntan al cielo
desprovistos de corteza, retorcidos y resecos.
Yo lo miro con tristeza, lo contemplo con respeto
porque en él nadie se fija, yo, en cambio lo compadezco.
Pobre árbol que a la intemperie, sin hojas para tu cuerpo
te abrasas en verano y te hielas en invierno.
Eres el mismo que un día con ilusión y contento
te plantó Dios sabe quién!! en la orilla de un sendero.
Te afincaste en la tierra, te agarraste en el suelo,
y creciste muy pomposo sazonado por el riego.
¡Cuántos veranos pasaron después de tu nacimiento,
y cuántos seres gozaron de tu sombra o de tu fresco
o a tu abrigo resguardado cuando vino un aguacero!
Con tu enrejada enramada diste cobijo perfecto,
adecuado a cada uno fuera verano o invierno.
y hasta algún enamorado que con su novia y en silencio,
vino a recostarse en ti, orgulloso y placentero,
y sin que ellos se dieran cuenta
fuiste testigo de un beso.
Hoy nadie en ti se fija ni te dedica un recuerdo
ni te pueden contemplar los que de ti se sirvieron.
Hoy ya sirves para poco pobre árbol corpulento,
pero si aún tienes amo vendrá a arrancarte del suelo
y te hará troncos y astillas para arrojarte en el fuego,
y convertirte en cenizas que se esparcen en el viento.
¡Cuántos seres en la vida somos árboles secos
que aguantamos impasibles
la carga de sufrimientos!
Gracias, Vicente
Cambio de ruta
Author: Espejo del Alma /
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