“Personita” y las dos lunas

Se siente bien estar aquí, es como nadar en un mar cálido, puedo flotar sin temor, segura y protegida.

Aún no sé cómo es “afuera”, me falta un tiempo para la gran aventura de nacer, pero ya tengo ganas de ver la luz y a mis dos lunas.

Soy una “personita” afortunada, cuando otros tienen una, yo tengo dos que me eligieron para ser su lucero. Aunque aún no las veo, las escucho y me escuchan, me leen cuentos para entretener la espera, y cuando ríen siento un suave cosquilleo de satisfacción, es tan lindo oírlas reír...

Uff, voy a darme vuelta para que sepan estoy despierta, y así sentir la caricia de esa mano que me tranquiliza y me da cariño.

Cómo seré yo? tendré los ojos verdes y una mente emprendedora, o los tendré oscuros y me encantará dormirme pensando en resolver miles de problemas informáticos?


Hasta que no dé el gran salto no lo sabré, lo que sí sé que voy a ser amada, voy a ser una más de cuatro, y mis “hermanos” aceptarán que no vine a ocupar su lugar, sino a integrarme a la familia con una misión: ser feliz y hacer felices a las dos lunas que me eligieron como su lucero.

La mujer del puente


Todos los días, a la misma hora, la mujer llegaba a la cabecera del puente, caminaba despacio, rozando con sus manos las barandas descorchadas por el viento y la lluvia.

Se daba tiempo, y justo a las 6, se detenía en el lugar convenido.

Vestía siempre igual, de rojo, un suéter azul liviano y esperaba...

Los conductores de los camiones, de los automóviles e incluso el de los carritos de la basura, ya la conocían y la bautizaron: “la loca que espera”, y cada vez que pasaban hacían sonar sus bocinas en señal de saludo.

Ella permanecía indiferente a la curiosidad que despertaba, su mirada estaba clavada en el lugar del puente donde él debía aparecer.

Pero nunca llegó, y a veces piensa el por qué del engaño.

Hoy es un día gris, el cielo amenaza tormenta y las aguas del río allá abajo, corren con una tonalidad oscura, si se acercara un poco más...

Por un momento estuvo tentada con dejarse caer, pero si lo hiciera y mañana a las 6 él viniera?

No, se dijo a sí misma, ya no habrá mañana ni nunca, recorrió el camino de todos los días y se perdió en la niebla de una lluvia mansa y fresca.

Los camioneros la extrañan, y se preguntan: dónde fue la “loca que espera”?

La tortuga y el colibrí
(Fábula)


Había una vez...

Una tortuga igual a miles de tortugas, ni más grande ni más pequeña que las de su especie pero ...con una rara predisposición a la aventura.

Había recorrido el húmedo espacio que era su “hogar” de lado a lado, pensando que el tan mentado mundo era bastante aburrido si sólo se componía de algunas piedras y paredes de vidrio. Entonces decidió investigar por su cuenta qué había más allá. Escalar la pared de vidrio y lanzarse al precipicio fue una odisea, pero, como en una ocasión escuchó a su dueña decirle a alguien (cuando se pone filosófica), “nada se consigue sin esfuerzo”, cerró los ojos y aterrizó sobre unos libros que estaban sobre la mesa de trabajo.
Era el primer contacto con algo seco y que además por instinto estaba segura no era comida.
A ver... – pensó - cómo bajo de aquí?. Primer intento: fallido. Al segundo... perdió pata (porque pies tienen los humanos) y logró estabilizar su cuerpito decente y elegantemente en la superficie de la mesa, y fue ahí donde se dio cuenta que ... nada se consigue sin esfuerzo.
Después de comprobar que el “mundo” es cuadrado y sin nada interesante para ver o para oír, salvo la voz de su dueña preguntando: ¿Qué haces, Buro?, decide que es hora de volver a su reino. Y...tiene un sueño. Se ve en el verde de un jardín, trajinando lentamente entre plantas y arbustos de colores llamativos, entre los caracoles que, como ella se desplazan con su caparazón a cuestas, olfatea perfumes y el aroma de tierra mojada, todo es nuevo, todo es limpio...
Se detiene un momento a descansar junto a un seto cubierto de flores de color naranja y de pronto de la nada, un rumor de alas llama su atención, se marea un poco con el vertiginoso aletear, pero como no conoce la timidez, pregunta:

Y tu, qué eres?
Un colibrí – responde la figura verde que recorre una a una las flores – y tu?
Una tortuga, podrías quedarte quieto un segundo?
No – responde el colibrí – tenías que ser mujer para empezar a dar órdenes.
En vista que el encuentro iba por mal camino, Buro opta por la diplomacia.
Y.. dónde vas con esa rapidez?, yo soy lenta, pero si quiero puedo llegar muy lejos.

Quieres ir lejos? Te llevaría media vida llegar a los lugares que voy yo – se pavonea el colibrí.

Tal vez – responde Buro – pero para qué quieres la vida si no es para gastarla en lo que sueñas?

Quieres acompañarme? – tímidamente propone el colibrí – te daré tiempo, esperaré a que llegues y así el camino será más fácil para los dos.
Buro piensa: vaya, qué pareja extraña!, pero también sabe que es su única oportunidad... y emprende el largo viaje.... hacia lo desconocido, el tan mentado Mundo.

Armas de Mujer

Author: Espejo del Alma /

¡Bicho, gafoso de mierda!, mira dónde pones tus manos – le dijo sofocadamente la rubia oxigenada del asiento de todas las mañanas.
- Hay gente vulgar, pensó él, asido al pasamano.

Sintió un roce en su costado, instintivamente llevó la mano al bolsillo, extrajo un papel
– escrito a las apuradas – y que no sabía como había llegado a su pantalón: “Quítate las gafas, quiero ver el color de tus ojos. María”
Al llegar a la parada, la rubia pasó ante él sin mirarlo siquiera, al cuello, un colgante indicaba un nombre,
Mar… Fueron las únicas tres letras que alcanzó a leer.

Ali & Julio

Ya ha sido enviado al concurso de Micro Relatos de la Cadena Ser y la Escuela de Escritores. Si bien son mis datos los que figuran vamos a media ya que más o menos es este el reparto de palabras.
Este documento da fe del compromiso.Julio Antonio Expósito García



El colibrí



Desde hace un tiempo he tomado la costumbre de lanzar, desde mi ventana, esporádicas miradas hacia un lugar cubierto de árboles añosos y pequeños claros donde por ese don de la naturaleza tan generosa, crecen miles de flores en una policromía de colores, perfumes y tamaños.

Una mañana, en esa hora de los violetas y rosados que nos regala el amanecer, una pequeña figura pasó rauda y se posó en uno de los juncos cimbreantes y quedó ahí, sin que mi tiempo alcanzara para descifrar de qué se trataba ese pequeño misterio.

Durante días, mi curiosidad y mi tiempo no acertaban a ponerse de acuerdo para, de una vez por todas, saber qué era ese pequeño ser que se escondía en la penumbra del parque.

Entonces decidí esperar y esperé el primer rayo de sol... ese día descubrí que era un colibrí, que bañaba su plumaje en las gotas de rocío que la noche dejaba entre las flores.

Me sorprendió la belleza de sus colores, el brillo intenso que la luz marcaba nítidamente, quedó inmóvil un segundo, luego levantó vuelo, quizás para que supiera que él también había esperado.

Creo que las personas se parecen a ese colibrí, pueden estar en penumbras hasta que alguien descubre su brillo.



La dama de la Lluvia

(para Ali)

A veces, extendía sus manos
con las palmas hacia arriba,
evaporando su sonrisa en el aire
y recogía en los cuencos de ellas,
hilitos de lluvia que llevaba a su cara.
Otras, tan solo se acercaba
–tenuemente-
al empañado cristal de la ventana,
mientras su mirada se diluía
en las gotas posadas sobre las hojas,
o en aquél colibrí –pardo como el día-
que se bañaba ajeno a todo en el alero.

Mujer de agua, Dama de la lluvia,
imaginaba un mundo de vida
en las transparencias húmedas
que absorbían los colores, y daban,
vida propia a sus ensueños.

Un día, se mimetizó con el rocío
acurrucándose entre los pétalos
de una extraña y vivaz rosa,
y allí espera a su amado, cada día,
para que en vuelo, llegando del alero,
le robe de a uno, sus interminables besos.

Julio A. Expósito
04/12/09

Tengo cierta predilección por los días de lluvia.
Gracias, colibrí, entrañable amigo español, poeta loco de versos exquisitos


LA ULTIMA ESTACION

Llueve ... a lo lejos el ulular de una sirena rompe la monotonía de las gotas que caen impasibles, ajenas a todo que no sea su inveterada misión, la de hacerme soñar con lugares lejanos

Quisiera emprender un viaje sin equipaje, nada de lo que pudiera llevar sería imprescindible, sólo pondría en mi maleta un boleto de ida y los versos de una vieja canción.
No miraría hacia atrás, me dejaría llevar por el capricho de los vientos, como esas pequeñas pelusas de los cardos que van y vienen al antojo de la brisa. Debe haber en el mundo un lugar donde llegar, un lugar que sea la última estación.

La vida se compone de “estaciones”, la estación de la niñez está llena de trenes de colores, juegos e inocencia que parten raudos en rieles brillantes hacia la próxima, donde esperan los sueños, las ilusiones y esperanzas. A veces, el tren sube empinadas cuestas, otras, se desliza veloz entre valles frescos y floridos.

En cada parada, furtivamente, baja uno de sus pasajeros, así fueron quedando en el camino las ilusiones, los sueños y esperanzas han pagado su boleto con mucho sacrificio, y se resisten a abandonar el tren. Seguirán acompañando al cansado maquinista, dándole fuerzas para llegar a la última estación.
Tal vez... allí no haya nada, o quizás encuentren la olla de oro del final del arco iris, eso sólo lo sabrán cuando lleguen