(¿Quién dijo que no se puede vivir un sueño?)Hola; si el viaje se te hizo largo, espero hayas recordado nuestro último paseo por Granada.
Es un día hermoso y de calor, Carrasco con su bullicio, con su ir y venir, apenas nos da el tiempo de saludarnos, el coche espera y enfilamos por una carretera panorámica hacia Montevideo. En el camino te sorprenderá los montes de pino y su perfume, mientras, te voy contando de mi pueblo donde el oro de los trigales se combinaba con el verde de sus colinas, ya no, y donde corre manso un río con leyenda, la de un charrúa de ojos celestes a quien Juan Zorrilla de San Martín bautizó Tabaré. He reservado un lugar especial para un espectáculo del cual quizás hayas oído hablar: Las Llamadas, pero eso será luego.
El hotel está en el centro, así que aprovechamos para recorrer la Plaza de los Artesanos y el antiguo Cabildo, con tanta historia en sus paredes, y... como un adelanto, ya el repique de un tambor nos llega de lejos, pero eso no es raro en este Montevideo, cosmopolita, pero con tanto arraigo por sus tradiciones, que en esencia, sigue siendo “la perla del Plata”.
Y te digo que el repique también viene junto con los olores, los gritos que vocean, los idiomas que se mezclan irrespetuosos entre las antigüedades, el corretear de niños, los domingos, en una calle donde el presente y sobre todo el pasado está en sus lozas, con el nombre de quien , a pesar de su doctorado en Teología y la redacción del Código Civil del Uruguay, nunca imaginó que además de eso sería recordado por la feria más conocida de Uruguay: Tristán Narvaja.
Entras a un mundo, de ofertas, de rebajas, lo que imagines está allí... y la música, nuestra música en cada esquina, mezclada entre la gente, entre los primeros números del
“Mundo Uruguayo”, entre las delicadas tacitas de porcelana, entre las voces, entre los árboles de sus veredas.
¿Sabes lo que es un buen asado criollo?, la entrada de apetitosos chorizos y queso de Colonia, (en una mesita escondida del Mercado del Puerto) es solamente para esperar la ensalada liviana y las costillas de vaca, a punto de cocción en la inmensa parrilla de leña, regadas con el vino tinto más famoso de los viñedos de Canelones, tierra de canarios con secretos heredados. ¿El postre? Bueno, puede ser lo que elijas, pero te recomendaría el arroz con leche que hacía mi abuela, canela, cáscara de naranjas para perfumar y el azúcar quemado a fuego sobre cada recipiente.
Es viernes de febrero en el Barrio Sur, en toda la Ciudad Vieja se respira un aire de Carnaval, el color de las banderas de los conjuntos lubolos se te mete en la piel, la cuerda de tambores en tu cuerpo, el ritmo te estremece, es la mezcla de blanco con alma de negro en el pintor Carlos Páez Vilaró (uno más en el conjunto)... es la fuerza y la gracia de “Canela” y su Baracutanga... es Martha Gularte y es Rosa Luna...son Las Llamadas. (Cuidado!! tu ojos reflejan lo que sientes en la contemplación de la cimbreante vedette que te clavó los ojos).
La Rambla está cerca y una suave brisa alivia el calor, un paseo nos vendría bien, ¿qué es esa música nostálgica, preguntas? Talvez un tango... no!, espera, es alguien que escucha un cantor, un poeta, un símbolo, el hombre que una vez pidió permiso para cantar y quedó en el recuerdo de su pueblo para siempre, el Gran Alfredo (Zitarrosa, para más datos).
Ya es hora de tu partida, te espera tu Granada, moruna y misteriosa , sólo quise hacerte vivir un día en Montevideo, no para pagarte la maravillosa estadía en España, fue para que simplemente nos conocieras, la amistad no tiene fronteras, ni tiempo, ni edades, sólo el placer de ser amigos.
Ahhhh!! Cuando estés en el avión, en tu bolsillo furtivamente deslicé un pequeño corazón de amatista, piedra extraída de las canteras de Rivera, y una hoja de papel, con una historia, la de “Una visita”.
En el corazón dice Uruguay en letra pequeña, te lo doy con la esperanza de que nos recuerdes, porque la imaginación puede hacer que lo vivido no haya sido solo un sueño.