La mujer del puente


Todos los días, a la misma hora, la mujer llegaba a la cabecera del puente, caminaba despacio, rozando con sus manos las barandas descorchadas por el viento y la lluvia.

Se daba tiempo, y justo a las 6, se detenía en el lugar convenido.

Vestía siempre igual, de rojo, un suéter azul liviano y esperaba...

Los conductores de los camiones, de los automóviles e incluso el de los carritos de la basura, ya la conocían y la bautizaron: “la loca que espera”, y cada vez que pasaban hacían sonar sus bocinas en señal de saludo.

Ella permanecía indiferente a la curiosidad que despertaba, su mirada estaba clavada en el lugar del puente donde él debía aparecer.

Pero nunca llegó, y a veces piensa el por qué del engaño.

Hoy es un día gris, el cielo amenaza tormenta y las aguas del río allá abajo, corren con una tonalidad oscura, si se acercara un poco más...

Por un momento estuvo tentada con dejarse caer, pero si lo hiciera y mañana a las 6 él viniera?

No, se dijo a sí misma, ya no habrá mañana ni nunca, recorrió el camino de todos los días y se perdió en la niebla de una lluvia mansa y fresca.

Los camioneros la extrañan, y se preguntan: dónde fue la “loca que espera”?

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